Y aquí va la Introducción para comenzar a leerlo
Al buscar en Google la palabra “autoridad”, aparecen más de 24 millones de citas y lo primero que dice Wikipedia es “nombre femenino”. Resulta interesante que produzca tanto interés el tema y que se haya tomado un sustantivo femenino para denominar el concepto, dadas las dificultades que hemos tenido las mujeres para conseguir que se nos reconozca autoridad y para autorizarnos.
Y ¿qué dice la enciclopedia online acerca de esta noción? La liga al derecho que se tiene para ejercer poder sobre otrxs, con lo que pone en escena una de las tensiones más fuertes en relación al tema: la que se genera entre autoridad y poder.
Se pueden registrar dos discursos en torno a la autoridad en las familias, las escuelas, los medios masivos; discursos que apuntan a los vínculos interpersonales y, en particular, intergeneracionales. Uno de ellos lamenta la pérdida de la Autoridad (escrita así, con mayúscula), fenómeno que se manifestaría en el poco respeto de jóvenes y niñxs hacia lxs mayores y que se explicaría a través de una hipotética decadencia atribuida a nuestra época. Este discurso considera a la Autoridad como uno de los pilares de toda sociedad humana, por lo que su crisis o pérdida anunciaría el Apocalipsis. La considera, también, un fenómeno natural, por lo que le cuesta comprender que no se manifieste “naturalmente”. En “Autoridad”, la mayúscula alude a que ese tipo de autoridad tradicional fue construida de manera jerárquica, con pocas personas en su cima; personas no solo mayores sino, fundamentalmente, varones. Se construyó dentro del discurso político, para sostener una representación idealizada de aquellos varones blancos, de origen o cultura europea, cristianos, libres, heterosexuales, que respondieran al estereotipo de género masculino predominantemente guerrero, de sectores medios y altos. Y quienes lamentan su pérdida, indirectamente, lamentan las fisuras que ha sufrido el patriarcado, que se manifiestan en la caída de esa Autoridad que fue sostenida por redes varoniles y, también, por las mujeres que los acompañaban. El discurso apocalíptico intenta refundar el patriarcado en una época en que ciertos colectivos que antes no tenían poder ni autoridad la han adquirido en cierta medida y se oponen a esa restauración, simplemente a través de la defensa de sus derechos.
Y aquí aparece en escena un factor esencial: el poder. Esto introduce el segundo discurso, aquel que no habla de la autoridad, la silencia. ¿Por qué? ¿Porque, tal como lo desplegara Foucault, tras todo vínculo humano hay poder y aquello que concebimos como autoridad no tendría ningún valor, sería solamente una suerte de barniz que intenta embellecer el poder, una formulación hipócrita para encubrirlo? En este discurso todo se explica y entiende en términos de poder. Punto. Lo que sucede con los aportes, fundamentales, de Foucault recuerda lo que ocurrió con el psicoanálisis en relación a la sexualidad. Que Freud analizara la importancia de la sexualidad humana, tan visible y tan invisible, fue imprescindible. Dado que no había sido tratada anteriormente, pasó a tener un lugar exclusivo en la escena psicoanalítica y todo vínculo humano fue comprendido en términos de atracción sexual, mientras el amor quedaba fuera, en segundo término, o como una suerte de barniz que disimulara el deseo profundo, sexual. Así, llamativamente, el amor y otros afectos tardaron décadas en ser considerados por el psicoanálisis posterior a Freud. Que Foucault haya puesto eje en el poder, ¿anula la noción de autoridad o se hace necesario repensar qué lugar ocupa? Y, además, si damos por existente una noción actual de autoridad, ¿esta será igual o diferente de la tradicional?
Si consideramos lo que ocurre en los vínculos interpersonales, más acá del poder político, vemos que el poder en pequeña escala asienta sobre la fuerza física, la fuerza psicológica, las armas y el dinero, mientras que la autoridad lo haría sobre la experiencia, los saberes, la ética. Es aquí donde aparece lo grotesco del poder, tal como lo entendía Foucault, en tanto la autoridad tendría un origen más noble, basado en valores. Por otra parte, ambos requieren el reconocimiento de las partes involucradas, pero, como veremos, este tiene más peso para la autoridad, dado que quien autoriza tiene un papel definitorio, algo que ha sido invisibilizado mostrando solamente a la persona autorizada en primer plano. El de la autoridad es claramente un fenómeno que se produce en un “entre”, en el que ambas partes son indispensables (quizás lo sea más la parte autorizante) y que puede disolverse cuando esta última no ocupe más su lugar. Aquello que hace que alguien tenga poder puede (en algunos casos como el del dinero o la posesión de un arma) transmitirse a otrxs, heredarse. La autoridad, no. Se puede llevar un buen nombre familiar, pero hay que sostenerlo.
Creo que estos aspectos merecen el desarrollo que sigue, en el que queda mucho por analizar sobre la relación poder/autoridad. Pero quisiera dejar sentado aquí que la tan anunciada crisis de la Autoridad es un tema viejo, aunque siga apareciendo periódicamente en algunos medios masivos como si fuera un descubrimiento novedoso. Es tan viejo que, tal como lo señala la filósofa Myriam Revault dAllonnes, aparece en la Modernidad cuando esta cuestiona la Autoridad de las religiones, separando a la Filosofía de la Teología y abriendo camino al pensamiento científico. Dios padre había perdido Autoridad para los modernos y, a partir de ese momento, muy lentamente, irían perdiendo autoridad los padres que se habían creído dioses en sus hogares o en sus cargos. Tocqueville había observado el proceso sosteniendo que: “La cadena de autorizaciones tradicionales está rota, pero la autoridad no ha desaparecido: ha cambiado de lugar” (Revault d´Allonnes, 2006, p. 16).
La cuestión sería, entonces, por dónde circula hoy la autoridad. Si la pensamos como un fenómeno en el que hay alguien que autoriza y alguien que es autorizado, lo que parece haber ocurrido es que, tradicionalmente, se puso el acento en la persona autorizada ocultando a lxs autorizadorxs. Las personas autorizantes, aquellas que pudieron visibilizarse a partir de las fisuras del patriarcado (mujeres, jóvenes, etnias y religiones diversas, los colectivos LGBTIQ+(*1) y los sectores populares) lograron un lugar sobre el escenario social dejando en claro que no solo serían autorizantes sino que requerían ser autorizadas.
Por ese motivo, me resultó muy interesante la obra El retrato de Sakip Sabanci, del artista turco Kutlug Ataman, en la Bienal de Venecia de 2015. Se trata de una suerte de nube compuesta por 10.000 paneles de LCD que iluminan retratos de personas que conocieron al “retratado”, cuya imagen no aparece. El autorizado está presente sin estarlo; quienes lo autorizan lo construyen, al mismo tiempo que son ellxs quienes aparecen en escena. Este sería un cambio epocal.
La época en la que vivimos no ha dejado totalmente de lado la Autoridad; esta sigue presente en determinados sectores e irrumpe en la escena mediática de tanto en tanto, pero debe convivir con otras manifestaciones de autoridad, lo quiera o no. De hecho, hay personas que se educaron en las formas tradicionales y no las recrean, sino que intentan actualizarlas, con mayor o menor éxito.
Hace varios años comencé a pensar y a leer sobre este tema y, por entonces, mi formación académica me hizo priorizar la palabra de quienes escriben. Quizás lo que he logrado incorporar en los últimos años sea una mayor amplitud, tanto con respecto a quienes integran la bibliografía como en dar lugar a voces con las que intercambio o a ciertas escenas que observo. De todos modos, seguramente este será solo un camino entre muchos otros posibles.
Una cuestión fundamental para abordar este texto será pensar si se me otorga autoridad para desarrollar el tema. He decidido analizar este aspecto , por lo menos desde mi punto de vista, sobre el final, cuando la lectura de una buena parte de la obra aporte a pensarlo.
Así las cosas, habrá que comenzar la tarea de ir desplegando todo lo que el término y la noción de autoridad evocan desde hace siglos. Empecemos.
Nota
1. Lesbianas, Gay, Bisexuales, Travestis, Transgénero, Transexuales, Intersexuales, Queer+.